Sobreviviendo a mis primeros Sanfermines sin gluten.
Han pasado ya más de dos meses desde los Sanfermines (año 2014) y hoy quiero hacer una pequeña reflexión sobre cómo los vivimos mi hijo y yo, ya que eran los primeros que pasábamos siendo celiacos.
Y fueron duros, para que os voy a engañar.
Ser celíaco en San Fermín
Los Sanfermines, como cualquier otra fiesta popular, se viven en la calle. Y eso que este año el tiempo no acompaño en absoluto, pero al fin y al cabo, con chaqueta o sin ella, todo está en la calle.
Eso implica almorzar-comer-merendar-cenar casi todos los días fuera de casa.
Para cualquier persona que no tenga ningún tipo de problema alimentario (enfermedad, alergia o intoleracia) significa: «entro en un bar, en un txiringuito o en un puesto callejero y me cojo lo primero que me apetezca en el momento en que tenga hambre».
Ummmm, pero las cosas cambian y mucho, cuando se lleva la celiaquía de compañera en la mochila.
Porque así en resumen: NO PUEDES COMER NADA, NADA DE NADA, EN NINGÚN SITIO
Ni unos pintxos (sí, de esos maravillosos que tenemos en Pamplona); ni unas rabas, ni unos simples churros.
Qué llorera se pegó el pobre Nicolás un día que bajamos a las barracas (la feria para el resto del mundo) y él sólo quería unos churros, unos simples churros.
Y tu como adulto que eres piensas: «bueno, pues me salgo con mi pan, mis croquetas y me acoplo a lo que sea».
Y es duro. Pero para un niño, lo es mucho más.
Como padres, intentamos «protegerlo» de ciertas situaciones.
Ejemplo: me llevo al niño a montarse en otra atracción mientras el resto de los niños se comen sus churros.
Pero al final ellos no son tontos y enfrentarse a su comentario de: «mama odio ser celíaco» es como una punzada en el corazón.
El día a día de un celíaco es más o menos llevadero. En casa es sencillo. Caro pero sencillo.
Viajar complica las cosas. Pero siendo organizada y sabiendo que más que «disfrutar con la comida» lo que vas a hacer es simplemente «sobrevivir» (sobre todo según donde vayas), se puede ir a cualquier parte del mundo.
Pero los días «especiales», esos para mí, son los difíciles y complicados.
En una sociedad donde la cultura gastronómica es enorme; donde la comida se convierte en el eje principal y central de parte de nuestra «sociabilidad», ser celiaco, y con perdón, ES UNA MIERDA, Y ES DURO.
Y os juro que de normal lo llevo estupendamente.
Pero cuando una es consciente de que nunca, nuca más se va a poder tomar un bollo de crema (vale, los hay sin gluten pero por favor… no comparemos seamos serios); un pintxo, un bocata de jamón o unos churros…
En fin, a pesar de todos los pesares seguiremos saliendo, seguiremos disfrutando «sin gluten», aunque haya días que sean «un poquito cuesta arriba».
Y como decía al principio, seguiremos sobreviviendo a los sanfermines (y a todo) sin gluten.
Y por cierto, aquí tenéis una carta que se me ocurrió escribir a los restaurantes. A ver qué os parece.
Helena
Helena haces una descripción muy acertada de nuestra realidad, nos adaptamos pero hay momentos en que es duro , pero nuestra salud lo merece , y vamos buscando recursos , con el tiempo cada vez os será mas fácil, mis hijos ya son mayores y no han desarrollado todavía la intolerancia , pero entiendo que con menores la situación es todavía mas difícil,
Gracias por tus palabras Mogisa.
La verdad es que como digo, en general el día a día no lo llevamos nada mal pero claro, hay momentos puntuales francamente complicados. Y encima con un niño de 6 años pues aún se complican más las cosas.
Un besote grande
Hola Helena. Me siento muy identificada con algunas de als cosas que cuentas. Pero también es verdad que con el tiempo se le da la vuelta…. Nosotros el bermut ya lo tomamos en el Baserri, el bollo de crema lo compramos en Valentina y los churros los dejamos para casa…. Si vamos al encierro y luego a desayunar por ahí le llevo algo que le guste mucho,… Mucho ánimo. Un abrazo