Hace unos días mi marido y yo disfrutamos del regalo que unos meses atrás nos habían hecho unos amigos pero que, por causa de la pandemia, ahí se había quedado.
El citado regalo era una comida en el restaurante Hamabi de Pamplona.
Ubicado en el Mercado de Santo Domingo, Rubén Zubiri y Jon Urrutikoetxea exdiscípuilos de Ferrán Adriá, junto a la sumiller Patricia Lugo, obran maravillas en la cocina de su restaurante.
Cocina casera pero moderna; navarra y catalana. Con un maridaje de vinos simplemente espectacular.
No soy crítica gastronómica ni entendida en vinos, pero os aseguro que me gusta comer y degustar la comida.
Y bien sabemos lo difícil que los celíacos tenemos muchas veces esto. Pero os o aseguro que en Hamabi, me sentí cuidada al máximo.
Restaurante Hamabi
Por supuesto cuando hicimos la reserva, avisé que era celíaca, así que me adaptaron todo el menú.
Elegimos el menú «Serendipia» (que cambian cada poco tiempo) y consta de 9 platos donde se comienza curiosamente por el principal, en éste caso un solomillo de vaca a la brasa, y se continúa con platos variados y exquisitos.
Y cada uno de ellos, acompañado de un vino. Y sí. Al final de la comida, aquí una servidora que no está acostumbrada a beber, estaba un poco achispada.
Las fotos no hacen justicia a la maravilla de platos que degustamos, pero os dejo algunas de ellas para que os hagáis una ligera idea de lo increíblemente bien que cominos.
Arriba: solomillo de vaca con foie y anchoas; pan sin gluten y ajoarriero de kokotxas de bacalo con huevo frito y galleta gigante de bacalao.
Abajo: Mejillones de roca a la brasa con piparra frita; acumulación de botellas de vino y ventresca de atún (a mí me lo cambiaron porque soy alérgica al atún) y té de tomate.
Y finalmente los postres: melocotón de la viña asado con nata montada de vainilla; corte de helado de frambuesa y flan de nata y lima.
Sin duda alguna, uno de los mejores homenajes culinarios de mi vida.
Lógicamente no es un restaurante barato. Pero desde luego para un capricho o una ocasión especial, bien merece lo que vale.